¿Cómo entender que en un país tan descentralizado como España las reivindicaciones de los nacionalismos vasco y catalán se hayan radicalizado hasta llegar a plantear desafíos secesionistas? ¿Se trata de una situación inédita, supuestamente provocada por las insuficiencias del sistema autonómico o, por el contrario, está inserta en una trayectoria divisiva de los nacionalismos periféricos? Este libro sitúa la cuestión territorial en tres momentos decisivos de nuestra historia, en los que se intentó darle una solución que reconociese la pluralidad del país sin poner en entredicho su unidad: las Repúblicas de 1873 y 1931, y el periodo que comenzó en 1978. Con todas sus diferencias, que no se obvian en ningún momento del análisis, resulta insoslayable la conclusión de que la progresiva radicalización de los particularismos territoriales ha empujado a España hacia un complejo laberinto, al tiempo que ha dificultado hasta extremos imprevisibles el asentamiento de un sistema descentralizado compatible con la unidad nacional, a la que ningún Estado puede renunciar.