¿Y si El entierro del conde Orgaz fuera el de Don Quijote? ¿Quién sería entonces el enigmático personaje cifrado en el retrato de El caballero de la mano en el pecho? En un Toledo incendiado por los autos de fe, y mientras compone su último lienzo, La apertura del Quinto Sello del Apocalipsis, El Greco abre los laberintos de su memoria para contarnos de primera mano la aventura de su vida y algo más: su relación con una peligrosa fraternidad herética a la que pudo pertenecer Miguel de Cervantes. Se conocieron en Roma, emprendieron un mismo viaje al Parnaso, pintaron caballeros andantes que tenían mucho de librepensadores, amaron a Dulcineas imposibles y supieron conjugar como nadie esa doble verdad, el orgullo y el desencanto, lo real y lo visionario, que parece engendrar, a la vista el uno del otro, el alma de un mismo Caballero de la Triste Figura, Caballero de los Espejos a su hermética manera. Un tan insólito como Ingenioso Hidalgo surge entre las luces lívidas de sus lienzos. "Este soy yo", parece decirnos Cervantes a través del que pinta y nos mira. Una dama de fuego vela el enigma que no se resolverá hasta la última pincelada.