El Padre Pío de Pietrelcina (1897-1968), fraile capuchino durante 61 años, es mundialmente conocido porque llevó los estigmas de Cristo durante cincuenta años exactos, siendo el único sacerdote estigmatizado de la historia de la Iglesia. En su vida se conjugan de forma admirable los carismas sobrenaturales con la perfección de las virtudes cristianas: además de los estigmas, fue portador de otros muchos dones místicos (éxtasis, visiones, clarividencia, bilocaciones, olor de santidad y sanaciones milagrosas). Sin embargo, nunca salió de su convento, ni escribió libros, sino que era un simple sacerdote que decía Misa y confesaba. El carisma de santidad del P. Pío se basa en un amor devorador por Cristo, que le lleva a compartir sus sufrimientos en el Calvario, ya que Jesús no está nunca sin la Cruz. Abrazando esta Cruz, desarrolló su vocación de salvar almas, dando un sentido al sufrimiento que inexorablemente forma parte de toda vida humana, en la creencia de que, cuando se acepta en la fe y se entrega y ofrece en el amor a Dios y a los hermanos, se convierte en un camino de salvación y redención.