En su Teoría de la Federación, convertida ya en referente indispensable de la teoría contemporánea del derecho, Olivier Beaud (Annecy, 1958) sortea los lugares comunes con que se asocia el estudio de los fundamentos jurídico-políticos de las Federaciones históricas, tales como la pregunta por la soberanía de los cuerpos jurídicos federados, o el análisis de la brecha que las separa de las meras Confederaciones, en la justa medida en que son también callejones sin salida, caminos mal elegidos, que traban la justa vocación del teórico: pensar la Federación en los términos -y a la altura- de su propia positividad, en el mejor ymenos positivista de los sentidos. Sólo entonces es la Federación comprensible, también para el profano,en la libre asociación que la constituye, en los diferentes matices y problemas que la separan del Estado. Y sólo entonces acaso sea transitable, además, como construcción de futuro, como Unión Europea, sabedora de sus virtudes y potencias, no menos que de sus infranqueables límites.