Unos fueron queridos, otros respetados y algunos incluso odiados.Pero, si hay algo claro, es que casi nunca dejaron a nadieindiferente. No sancionan ni promulgan leyes y tampoco convocan odisuelven las Cortes Generales. A diferencia del soberano, no tienenni obligaciones ni responsabilidades: son las apretadas agendas dereyes y reinas las que han ido llenando de actos, viajes o eventosoficiales las vidas de sus parejas. Sin embargo, el rol de estospersonajes en la Corte no ha sido por ello menos importante: a lolargo de la historia han representado un papel institucional y hanservido, con mayor o menor fortuna, a los intereses de la Corona.
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