«Hablan los dos amigos con sensatez y con belleza. Son escritores, utilizan la palabra para explicar el mundo, pero también para añadirle la pincelada que necesita y tantos echamos de menos. [...] Para estos dos hombres nada en el mundo carece de importancia, salvo el poder, que no resiste análisis aunque se mantenga merced a elementos coercitivos. Saramago y Baptista-Bastos van a las fuentes, conocen los clásicos, ponen nombre a las cosas, las revitalizan, las llenan de la dulce ternura del conocimiento. Y nos ofrecen reflexiones como si fuera pan caliente, alimento para el espíritu, esa fuerza que está dentro de nosotros y que cuando la descubrimos nos percatamos de que somos más grandes de lo que creíamos y sabemos más de lo que pensábamos. Sí, a conclusiones así se llega leyendo el diálogo ininterrumpido de dos portugueses que nunca bajaron la cabeza, salvo para besar, que es expresión del mejor sentimiento y un gesto universal. Ellos son, Baptista-Bastos y Saramago, voces de la resistencia, del 25 de abril portugués, de la democracia que cada día necesita una palabra para consolidarse. Dos sabios paseando entre volcanes, viendo islas y tendiendo puentes. O rompiendo amarras con cuanto de feo y malsano pretende mantenernos unidos a una concepción de la vida caduca y sin alma que repudiamos. Dos hombres de ética frente a frente. O mejor dicho, juntos. Hablando sin pretensiones y, sin embargo, creando un mundo donde cabemos todos. ¿Se le puede pedir algo más a un libro?». (Del prólogo de Pilar del Río)