«No creo que sea fácil establecer cuándo empezaron las mujeres apintar: también el caso, muy marginal, de una monja miniaturista esuna pura hipótesis. El Trecento florentino, si a alguien se le pasasepor la cabeza, la rechazaría como sugestión diabólica. Si acaso, talvez cargado de prole femenina, a algún pintor se le ocurrió hacersemoler las pinturas por una hijita suya. Pensad: ¿una Laudomia diBicci, una Ginevra di Fredi Tiemblo sólo de pensarlo. Y, por el amorde Dios, no hay nombres femeninos entre los contemporáneos dePollaiolo, de Botticelli. La llegada de Miguel Ángel borró porcompleto a las mujeres y lo mismo hicieron sus discípulos directos oindirectos: basta pensar en Pontormo, en Rosso, personajes lunáticos,auténticos espantajos de la vida del hogar. [] Fue a mediados delsiglo xvi cuando algo cambió: ciertos padres empezaron a mimar a suspequeñas, que, astutas, no tardaron en sacar provecho de ello.» AnnaBantiAnna Banti (Florencia, 1895 Ronchi di Massa, 1985) nació en unafamilia de origen siciliano que se mudó primero a Calabria y luego alPiamonte. Realizó estudios lingüísticos y humanísticos y su obraliteraria incluye crítica de arte, novela, traducciones y artículoshistóricos, literarios y cinematográficos. El tema recurrente en susescritos es la soledad de la mujer en un mundo de hombres, así como la falta de memoria respecto al pasado femenino. No obstante, su postura y su estilo distan mucho del feminismo violento y reivindicativo. Suprosa, rica y elegante, y su sentido del humor apuntan más bien a unacolaboración entre los dos sexos como vía para lograr cambios realesen la sociedad. Casada con el también historiador del arte RobertoLonghi, Banti ejemplifica el ejercicio de la igualdad intelectual a la que debe aspirar la mujer.