Barrio, de los comediantes, de los literatos, del Parnaso o de las Musas, que de todas estas maneras, se le puede denominar. Su contorno se limita así: calle de la Cruz, Carrera de San Jerónimo (desde la plaza de Jacinto Benavente), paseo del Prado (desde la plaza de Cánovas del Castillo) y la calle de Atocha (desde la citada plaza de Jacinto Benavente). En tan escaso espacio de la Villa hubo sitio para que vivieran los grandes genios de nuestras letras; para que naciese el libro de los libros, después de la Biblia; para que los corrales de comedias partearan una dramaturgia de laureles inmarcesibles; para ser sedes de instituciones fundamentales en el desarrollo de la ciudad (Ateneo, Real Academia de la Lengua, Cámara Comercial e Industrial., 0); en fin, para que cómicos, letrados, religiosos, poetas, cupletistas, intelectuales y políticos -como un Estado chico en la pequeña villa de entonces- se sometieran a sus propias leyes, gustos, relaciones y riñas. Ni las agrupaciones en el Londres de la era isabelina, ni los talleres de Florencia en el siglo XVI, ni las academias de Roma del XVIII, ni el Montmatre parisiense, son capaces de competir con la nómina de talentos extraordinarios que albergó, sostuvo y entretuvo el Barrio. Al abrir este libro surgirán de nuevo, los personajes del mágico barrio con las pasiones, sufrimientos y hazañas que los inmortalizaron.