Los fenómenos de acoso y maltrato entre escolares despiertan preocupación social y concentran cada vez más atenciones y esfuerzos educativos. Enmarcados en el ámbito de los problemas de las relaciones interpersonales entre el alumnado y de construcción social y psicológica de las conductas agresivas en el grupo de pares, constituyen ya hoy un fenómeno diferenciado y estudiado en múltiples investigaciones en todo el mundo, que ha generado la puesta en marcha de diversos programas de intervención, así como las primeras evaluaciones de su eficacia. Aunque muchas investigaciones han recurrido al autoinforme para recoger información acerca del fenómeno, cada vez está más justificado ampliar las fuentes y los métodos de obtención de la información, con el fin de aportar mayor precisión acerca de qué es, cómo y por qué se produce el maltrato entre iguales, y así orientar la intervención y ampliar el compromiso y protagonismo de quienes deben implicarse en las soluciones. En este sentido, es fundamental para valorar el bullying, tener en cuenta también los datos que aportan las personas que no participan directamente en los episodios de agresión ( iguales y adultos), pero que saben de ellos o los contemplan. En ellos recaerán después una parte importante de las tareas de intervención grupal y educativa. Los códigos de silencio, tan propios de bullying, entre los iguales que participan o saben de él, y la circunstancia de ser un proceso de construcción social del propio grupo en que surge, supone que los adultos en general y los/las docentes, en particular, no tengamos un acceso directo y fácil a lo que sucede con precisión y claridad.