La apertura del testamento de Juan I en 1390, custodiado por un astrólogo judío e nombre de don Fadrique de Castilla, duque de Benavente, tío del rey, desposeído de su cargo de tutor real, provocará una tormenta de graves consecuencias en el reino castellano por las esperanzas que infundía en unos y los proyectos que frustraba arrebatándoles el poder a otros. El asesinato del Alférez Mayor Día Sánchez de Rojas, uno de los mejores y más honorados vasallos de la corona, por orden del duque de Benavente; los amores de Elvira Manrique de Lara, dama de la reina Catalina; el implacable odio que se profesan los obispos de Toledo y Santiago; y las alianzas y discordias de los más influyentes caballeros que desempeñan la tutoría del rey Enrique II, un niño endeble y enfermizo, desatan los conflictos en la Corte pudiendo variar las disposiciones reales y encender en Castilla la mecha de la guerra civil.