Juan, después de fracasar en diferentes trabajos, consigue un puesto como portero en un rascacielos de Manhattan. Allí, obsesionado con abrirles a los inquilinos la puerta no sólo del edificio sino también la de «la verdadera felicidad», topará con una extravagante galería de personajes, entre otros: Roy Friedman, de sesenta y cinco años, obsesionado con regalar caramelos a diestro y siniestro; Brenda Hill, 'mujer algo descocada, soltera y ligeramente alcohólica'; Arthur Makadam, donjuán entrado en años e impotente; Casandra Levinson, 'propagandista incesante de Fidel Castro' que al mismo tiempo goza de las comodidades capitalistas; los señores Oscar Times, 'ambos homosexuales y tan semejantes física y moralmente que en realidad conforman como una sola persona'; Walter Skirius, científico obseso de los implantes artificiales… Al final, Juan sólo logra entenderse con las mascotas de los inquilinos del edificio, y con ellas emprenderá un viaje sin retorno.