Un mundo en el que las comunidades se mantienen escindidas unas de otras ya no parece constituir una opción seria. Menos aun lo es un mundo que, como el nuestro, exagera el poder de la diferencia en desmedro del valor de la semejanza. En 'Cosmopolitismo. La ética en un mundo de extraños', Kwame A. Appiah propone recuperar el concepto filosófico de hombre como ""ciudadano del mundo"", aquel que no se identifica sólo con su patria ni considera al resto de los humanos como ""extranjeros"": un ideal cosmopolita que se remonta a la antigüedad clásica y que subyace en algunos de los principales logros morales del Iluminismo, como la Declaración de los derechos del hombre o la propuesta kantiana de una ""liga de Naciones"". Appiah sostiene que ""el cosmopolitismo no debería ser visto como un logro sofisticado, ya que comienza por la sencilla idea de que en la comunidad humana, de la misma manera que en las comunidades nacionales, necesitamos desarrollar el hábito de la coexistencia: la conversación en su sentido más antiguo, la convivencia, la asociación"". La conversación -las inevitables conversaciones entre quienes pueden no estar vinculados por el parentesco, la nacionalidad o el modo de vida- y la progresiva familiaridad con las diferencias son las herramientas -afirma el autor- para lograr ese ""cosmopolitismo parcial"", ese modo de pertenecer a la vez al lugar en el que estamos y a la comunidad humana que nos incluye. Con estilo fluido pero con argumentos precisos, con pinceladas de su propia biografía multicultural y con ejemplos de la filosofía y de la literatura, Appiah invita a pensar el cosmopolitismo no como una solución, sino como ""una aventura y un ideal"".