La obra militar de Azaña ha sido tratada con hostilidad por los historiadores, y aun los resúmenes más someros de la historia contemporánea de España rara vez omiten decir que Azaña trituró al Ejército. Este libro no pretende ser una defensa polémica de Azaña, sino definir la naturaleza de su pensamiento militar y analizar la aplicación que encontró sobre el fondo de las exigencias bélicas de España y el de las limitaciones impuestas por el nivel social, político y económico del país en aquella época. y en este marco los resultados de la reforma de Azaña son profundamente paradójicos. El 18 de julio de 1936, por lo menos en aquellas guarniciones donde triunfó la sublevación, el Ejército era una fuerza coherente y razonablemente pertrechada. Si el relativo buen estado del Ejército se debía a las mejoras recientes efectuadas por Gil Robles en 1935, parece posible demostrar, no obstante, que la obra de éste sólo pudo realizarse gracias a la labor de Manuel Azaña y no a pesar de ella.