Haber nacido en una familia humilde le ha enseñado a Juanjo muchas cosas: lo duro que es sobrevivir junto a nueve hermanos, el valor de la palabra, la importancia de la dignidad... Pero él siempre ha sido un chico sensible. Esa cualidad, junto a un romanticismo incurable, le ha granjeado el desprecio de las personas con las que se ha cruzado a lo largo de su vida. Pero Juanjo es poeta y mira más allá de la envoltura de las cosas, de la apariencia gris de la vida cotidiana. Solo espera a su musa, aquella que le dará sentido a su existencia. Y un día, la Musa, con mayúsculas, aparece: como una visión, como una diosa descendida del Olimpo, Laura, la majestuosa y espléndida Laura. Alta, esbelta, con un corazón que parece latir fuera de la piel. ¿Querrá el destino unirlos? ¿Podrá Juanjo atravesar la grisura de los días habiendo conocido la perfección divina de una diosa de carne y hueso? ¿Cómo sobrevive un hombre sensible sin poesía, sin esa clase de amor puro y elevado, una vez que ha mirado en los ojos de la musa?