Este libro de María Rosa Vicente es, en realidad, algo más que una antología, pues reúne su poesía completa hasta 1997, hasta poco antes, por tanto, que la aparición de un libro fundamental en su carrera, Salvo el humo (de 1999), que fue publicado por la editorial Pre-Textos en coedición con la Editora Regional de Extremadura, y que supuso, de algún modo, la vuelta a la ¿actualidad literaria¿, sobre todo porque la anterior edición de este Libro de los bosques fue minoritaria en su difusión.
Abre este nuevo título de la colección ¿Poesía¿ la primera entrega poética de Vicente, Canto de la distancia, que por su aparición en la colección Adonais de la editorial Rialph alcanzó a finales de los 70 una notable acogida, y le siguen, completando el volumen, dos plaquettes de edición limitada, Poemas, de 1981, y Quizá de madrugada, de 1997. Del lenguaje ¿suntuoso¿, y en ocasiones muy a contracorriente de la época en que apareció, de Canto a la distancia, hasta la transparencia y sencillez que se advierten en los poemas de Quizá de madrugada, y más aún en el posterior Salvo el humo, hay un evidente despojamiento retórico y formal en la poesía de María Rosa Vicente, que sin embargo no ha perdido complejidad ni interés; podría decirse, por el contrario, que ha ganado ambos. El también poeta Ángel Campos Pámpano, prologuista de este volumen, señala cómo Vicente recrea ¿con subversiva autenticidad lo cotidiano, lo que raras veces interesa como materia del poema¿.
A María Rosa Vicente no se le oculta que la relación entre realidad y poesía es un juego entre materias diferentes, y sabe que no hay un espacio de privilegio para la poesía, que la poesía es, como decía Aristóteles, una cualidad y no una forma.