El viaje de don Juan Tenorio, que al final del primer libro de su < > dejamos en la ermita cerca de Bruselas, continúa en la Flandes de los archiduques y los herejes, por mar hacia la ciudad de Hamburgo y desde aquí a lo largo del río hacia Lipsia, y luego hasta Dresde. El destino es la corte del emperador en Praga. La misión es política y para desarrollarla don Juan se deja en manos del encanto, el instinto y la astucia que de una nave a una caverna, de un mesón al palacio real le llevan <>. Un movimiento lleno de gozo, que el joven realiza siguiendo la música valiente de su libertad, de su coraje. Sexo, amor, diplomacia y negocios, encuentros cercanos y peligrosos. Todo esto, aunque no sólo, constituye el mito modernísimo de don Juan. A caballo entre el renacimiento y el barroco, en un mundo que se destruye y se renueva. Este amante generoso lleva a escena irresistibles pasiones, una sensualidad estremecedora y una fascinación que se encarna en una juventud inmortal.