Lo que vive en mi lugar intensifica la apuesta de Juan José Almagro Iglesias por dar con una poesía a la vez despojada y barroca, una voz poética sin parangón entre nosotros. Sin renunciar a sus raíces profundas de filiación humana, con un nuevo humanismo, el poeta se sale de sí para entrar todavía más en sí y ofrecernos una mirada apocalíptica desde el mismo centro del ahora. No hallará el lector grandes conflagraciones en este apocalipsis, solo la llama consuntiva de la radical palabra. He aquí la apuesta de Almagro Iglesias: salirse de lo humano para entrar en lo humano, en lo que podría ser posterior a lo humano, dejarle vía libre al ayuda de campo que recorre en su nombre y en su horma los retazos que han quedado del mundo, preferir siempre la ventana a la puerta, atender a eso que vive en su lugar y que, enunciado como arte amatoria condenada a su propia desintegración en sujetos múltiples, polifónicos, ata al sujeto con certeros hilos a su paso heroico por la página, lo sujeta allí como a su única sede, ofreciéndonos el vestigio escueto e impactante del poema, devenido a la vez escudo y proyectil. A la vez tierno e implacable, humano y más allá de lo humano, este libro es una apuesta que entabla el hombre y que gana el poeta.