Obra publicada en coedición con la Universidad Autónoma Baja California. Referirse a la Ética profesional de los abogados implica optar entre realizar una exégesis de reglas de conducta, profundizar en los valores que la definen -poniendo énfasis en sus raíces en la historia del pensamiento- o plantear un ejercicio analógico que comprenda estos elementos. ""Ética profesional en el ejercicio del Derecho"", de la doctora Marina del Pilar Olmeda García, en su tercera edición actualizada, opta por la tercera propuesta. Desarrolla, con notable claridad y profundidad, la evolución filosófica de las doctrinas éticas que han conducido al contemporáneo marco conceptual sobre esta materia, así como da cuenta del derecho positivo vigente, tanto el de origen público como el derivado de la autoreglamentación que hacen los profesionales de esta disciplina. La profesión jurídica integra un entramado propio y distintivo de bases, principios y prácticas valiosas, por la justicia y el bien contenido. Así, en la abogacía, se espera no sólo un dominio técnico excelente de la ciencia jurídica, sino el ejercicio de los principios de independencia, imparcialidad, justicia, objetividad, excelencia y sus virtudes: lealtad al cliente y al derecho, humanismo, transparencia, profesionalismo, honestidad, valor, conocimiento, capacitación, motivación, sentido de eficacia y eficiencia, razonabilidad, y sensibilidad de juicio, entre otros. Siempre conviene tener presente que en todo juicio se debe buscar la justicia y la verdad, resultando fundamental la conducta del abogado, cuando colabore a ella. Además, culturalmente, el hombre sumará principios, valores y virtudes estimados valiosos, en el contexto de su natural dignidad. Con el auxilio de estos elementos orientadores el actuar del hombre bueno será la regla y no la excepción; considerando algún día sus contenidos axiológicos abarcarán todos los niveles de la vida -enfatizando los jurídicos-. La estructura ética de buenos principios abarca, en un entramado de redes vinculadas con la sociedad y la estructura normativa, tanto a los abogados, a los profesores universitarios, los jueces, los políticos, como a la propia colectividad -todos ellos inmersos en la vigencia de la cultura de la legalidad y su bien trascendente: la justicia-; compartiendo un llamado indispensable a la vivificación de la deontología jurídica, la cual influya sobre la persona en singular y sobre los grupos profesionales con toda la amplitud que la vocación humana al bien puede manifestar. Considerando lo anterior estimo que la lectura del libro que prologo, de la doctora Marina del Pilar Olmeda García, es oportuna, ya que permite reflexionar sobre la corrección de los actos humanos en orden al bien trascendente, buscando sea ello una invitación al ejercicio de la libertad del lector, el cual le ayude a interiorizar en torno a la dimensión humana del tema. Es también necesaria, porque su contenido se bifurca, desde la individualidad de los sujetos obligados hacia su sociabilidad. En el primer caso se centra en la idea de lo bueno que realiza al hombre; en el segundo, en la dotación de educación y un orden social vigente fundado en la Justicia y el Derecho. Finalmente, debe destacarse que la preocupación por la Ética es una de las características destacadas del siglo XXI. Previsiblemente su olvido o, al menos, la ausencia de énfasis sobre su observancia, ha proyectado problemas sociales de importancia, difíciles de solucionar si no se trabaja a nivel personal buscando generar una cultura de la Ética, en especial en las personas, como los abogados, con capacidad de liderazgo para influir en esos cambios. Esta obra cumple indudablemente con este compromiso.