A lo largo del siglo XVIII navegantes y naturalistas recorrieron el globo. Trazaron el perfil de sus costas, describieron sus tierras y clasificaron especies: se convirtieron en testigos del mundo. Pero leer el libro de la naturaleza siempre significó escribirlo. Y descifrarlo, algo no muy distinto de verbalizarlo. La relación entre ciencia y literatura es ancha e intensa en el dominio de los viajes y su escritura. Hablamos de metáforas, operaciones retóricas y técnicas literarias destinadas a fabricar relatos e imágenes fidedignas de todo aquello que desde Odiseo hasta Humboldt ha formado parte del arsenal de cualquier viajero. Y hablamos también de novela, la gran escritura de la vida de los tiempos modernos que tanto debe a la literatura de viajes, la nueva ciencia y el relato experimental. James Cook, Daniel Defoe y Bernardin de Saint-Pierre son algunos de los personajes que desfilan por estas páginas. La Terra Australis, el Paso del Noroeste, un gabinete de curiosidades tardobarroco y un imponente volcán andino, sus principales escenarios.