Estamos ante una importante novela que refleja, brillante y crudamente, el origen de los poderosos capos del narcotráfico mexicano. Tierra Blanca es el nombre de un barrio de Culiacán situado en el cruce de los caminos que conducen a la Sierra Madre Occidental, donde la siembra de marihuana y amapola es la principal actividad de sus serranos. Culiacán, capital del Estado de Sinaloa, es el ombligo del narcotráfico.
En 1939, con la segunda guerra mundial en plena intensidad, Hitler ordenó cerrar las puertas de Marruecos y Turquía, países que producían y abastecían de goma de opio a Estados Unidos. La goma servía para elaborar algunos de los medicamentos necesarios en los frentes de guerra. Ante esta situación, el gobierno gringo descubrió que las sierras de Sinaloa, Durango y Chihuahua tenían el clima propicio para la producción de adormidera; de inmediato firmó un convenio con el gobierno mexicano para sembrar la ahora famosa amapola.
A finales de 1945, al finalizar la guerra, los soldados regresaron llevando a cuestas el síndrome de la drogadicción, adictos a la morfina y la marihuana. Al año siguiente terminó el convenio bilateral México-EE.UU, y empezó el tráfico de drogas. En la década de los 70, el movimiento Hippy incrementó el consumo de los enervantes, el peyote, los ácidos, la heroína, la marihuana y la cocaína; el narcotráfico se convirtió en la actividad más lucrativa.
Tierra Blanca muestra un ambiente donde los gobernantes y los dueños de las grandes fortunas, han permitido que Sinaloa en particular, y todo México en general, esté sumergido en un mundo de barbarie, donde las bandas de los narcotraficantes han impuesto su ley de plomo y muerte. Una novela que le enganchará desde sus primeras páginas y que le permitirá conocer cómo es posible que se haya desarrollado el monstruo del narcotráfico.